
Estas lineas debí escribirlas el viernes 2 de enero del 2009, pero por cosas que pasan, apenas hoy tomarán vida.
Subí la Malinche, hasta la punta, par un kamarada viejo lobo de mar, esta es una montaña para niños, pero para alguien como yo es un buen reto. La subida me tomó 3 horas, creo que no estuvo nada mal, para la mala condición que traigo en estos momentos.
La vista allá arriba es maravillosa, de un lado el Popo y el Iztaccihuatl, en otra dirección el Pico de Orizaba, !qué majestuoso lucía!, además unos cuantos incendios por todas partes, eso es triste, no se si fueron provocados por el hombre, que es lo más seguro, pero eso sí da pena, y también encontrar una gran cantidad de basura en todo el ascenso, no podemos ser una especie tan depredadora y tan agena a nuestro medio ambiente. No somos superiores a la naturaleza, estamos inmersos en ella y dependemos de ella.
El descenso me tomó hora y media, y sin pensarlo, sin ni siquiera buscarla, cuando me dí cuenta estaba dentro de la senda encantada, estaba tan feliz, solo la había recorrido una vez en mi vida, y porque el kamarada me la enseñó aquella vez, y ahora, la he recorrido nuevamente. Es una senda encantada, en verdad, parece que te encuentras en otra parte. Toda la Malinche es especial, pero esa senda, en verdad tiene magia. Me sentí bendecida y muy agradecida!.
He repensado una y otra vez en qué punto del descenso se toma la entrada a la senda encantada, pero no sabría decir en qué punto me desvié, solo puedo decir que mis pasos me guiaron sin más.
Algo especial de este ascenso fue haber encontrado a un alumno del Oriente y a un maestro del Andes, además de haber conocido a tres personajes interesantes: Arturo, su hermano (olvidé su nombre) y Toño, buenos tipos, aventureros, pero no de la libre...

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