domingo, 29 de abril de 2012
Un instante
Ahora yo, dijo el abuelo, viendo a sus nietos jugando en el pasamanos, ahora yo……
Todos nos hicimos a un lado, viendo al abuelo subir los tres peldaños y agarrándose del peldaño móvil, porque el pasamanos no era como aquellos en los que todos jugamos alguna vez, lleno de peldaños fijos que obligaban al cuerpo a balancearse como un chimpancé para alcanzar el siguiente, y así hasta llegar al otro extremo, no. Este pasamanos tenía un único peldaño ¿está bien dicho peldaño? No es una escalera como tal, pero si la miramos desde otro ángulo…… un solo peldaño móvil, dos baleros girando por unos rieles y el abuelo no pudo resistir mostrar sus dotes de acróbata a sus tres nietos.
El abuelo, quien lo viera no creería que ya es abuelo, fuerte como un roble, el trabajo diario en el establo lo ha mantenido tan vigoroso, si uno ve sus manos y las gitanas las leyeran, qué de historias le contarían, eso sí, todas de lucha, de fortaleza, de trabajo, trabajo y más trabajo.
Todos nos hicimos a un lado, esperando la hazaña del abuelo, sube un peldaño, no le es suficiente, sube el segundo, buena altura para él, es un juego de niños y él supera por mucho la altura de sus nietos, pero no bastaba, había que subir hasta el tercer peldaño, como los nietos, al hacerlo, vió que su cabeza quedaba por encima de los rieles, así que decidió agacharse un poco, tomó el peldaño móvil e impulsándose vimos cómo el cuerpo se deslizaba hacia el frente.
Pero las manos del abuelo se abrieron, soltaron el peldaño, los pies y las piernas ya estaban muy adelantados, así que no pudieron caer al suelo antes que la espalda y la cabeza…….. abuelo………, el abuelo no se levantó luego, abuelo………., el abuelo llevó sus manos a la cabeza, no lloraba, no gritaba, no gemía, el dolor lo llevaba por dentro, solo las manos a la cabeza, pero por más que la frotara, el dolor no se iba.
La mirada de sus ojos se perdió por un momento, un instante, todos lo notamos, estaba el cuerpo del abuelo en el suelo, pero su alma, su ser, por un instante no estuvo allí.
Cuando vimos que el abuelo no se levantaba todos corrimos a auxiliarlo, pero antes de que llegáramos a él, se levantó, balbuceó unas palabras que nadie entendió, abuelo, abuelo, el golpe, ese golpe, las palabras salían ininteligibles, en secuencia poco lógica, a tropel, a galope, como balbuceo hueco, trémulo, fugaz, sutil, inerte pero no inerme, lleno de dolor contenido, dolor que finge no doler, dolor que quiebra en dos.
Al levantarse sus primeras palabras entendibles fueron para la abuela: “ya no digas ni hagas nada, ya pasó”, a la abuela casi se le salen las lágrimas, pero las contuvo, pero eso no fue suficiente para esconder el miedo y el susto que sentía al ver al abuelo en ese estado. El abuelo estaba irreconocible, un poco se paraba, un poco se acuclillaba, se volvía a parar, se volvía a acuclillar, se sentó, se acostó, ninguna posición le acallaba el dolor, solo él sabía cuánto le dolía, pero ningún sonido podía expresarlo, ninguna palabra que saliera de su boca, ningún alarido de dolor, ninguna lágrima bastaba. Su cara y sus manos palidecieron, esas manos que hablaban de trabajo ahora lo hacían de dolor, de miedo, de susto, nuevamente de dolor, se agarraba el pecho, no podía respirar, el aire no daba la vuelta, quería respirar, no podía, quería volver el estómago, no podía, quería llorar ¿abuelo querías llorar? , el tiempo se alargaba, cuán relativo se volvía, pero no calló una sola lágrima.
Abuelo ¿estás bien? Preguntó Jimena, la nieta más pequeña, ya ven, vamos a jugar otra vez. Tu abuelo necesita ir al médico, le duele la espalda hay que checarlo, ve a jugar con tus hermanos, insistió su mamá.
El abuelo se alejó en la camioneta rumbo al hospital, qué rayos, en un instante, en un diminuto espacio de tiempo la historia cambió, el corazón de todos dio un vuelco, ¿qué pasó en aquel instante en que la mirada del abuelo se perdió? ¿qué viste en ese momento abuelo? ¿qué cruzó por tus pensamientos?.
A las pocas horas supimos que no quisiste quedarte en observación, era necesario que lo hicieras, no fue un golpe cualquiera, y a tu edad abuelo, aunque parezcas de madera, te quiebras abuelo, te quiebras. El deber no te permitió quedarte, el deber y el maldito sistema económico que a muchos nos tiene esclavizados no te permitió decidir ni elegir libremente, volviste, como todos los días al establo, con las vacas que al verte llegar te mularon, ¿alegres de verte? ¿alegres porque era la hora de comer? ¿alegres porque vaciarían esa leche que ya dolía en las ubres? Qué sabían ellas del dolor que llevabas por dentro, nada!, igual que yo, nada!
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